viernes, 25 de mayo de 2012

Manoli

Era medianoche, y estaba sentada en la esquina del ático de la casa del pueblo, las lágrimas se derraban por mi cara, sin sentido, agridulces, sin ningún motivo. El cielo estaba estrellado, y  la luna se reflejaba en el espejo del ático.
Yo, sentía como que alguien me estaba observando, como si alguien estaba sentado a mi lado, pero tenía miedo de mirar por si había alguien, pero en ese momento, oí que una cazuela vieja se había caído al suelo, los nervios, el miedo y la tensión, se apoderaron de mí, me agarré con fuerza a la silla, sin hacer ruido, tenía miedo de que me podría pasar.
La oscuridad hacía que el miedo aumentara en mí, no podía más, necesitaba hacer algo, saber quien estaba ahí, o quien me estaba vigilando, o quien sabe, igual eran imaginaciones mías, pero no aguantaba más, tenía ganas de gritar, pero me tuve que conformar con llorar, porque sino, me descubrirían.
Miré a mi alrededor, pero no veía nada, la oscuridad se apoderó de la habitación, y no veía nada, lo único que deslumbraba, era una navaja que mi abuelo llevaba con él cuando estaba en la guerra, estaba a pocos metros de mí, pero parecían kilómetros de distancia, me daba miedo hacer ruido por si me oían, pero decidí, ir acercándome sigilosamente, era casi imposible llegar, el sudor frío a causa del miedo me empezó a correr por la frente, mi respiración entrecortada cada vez se apoderaba más de mi, el pulso de mis manos era desequilibrado, y cada vez que me acercaba, estos síntomas iban aumentando poco a poco, llegué a coger la navaja, y cuando ya la tenía en mis manos, oí su último "miau", acababa de matar a Manoli, mi gata, el terror se apoderó de mí, para el resto de mi vida.

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